Agua de mar, de cascada, de cenote y de manantial. Todas fuentes naturales, sumamente nutritivas y terapéuticas para nuestra salud.

Una de mis terapias favoritas es combinar los baños de sol (helioterapia) con los baños en el agua de mar (talasoterapia). Estas prácticas me han beneficiado tanto física como mental y emocionalmente. Las acostumbro desde hace varios años, incluso en invierno, y las disfruto mucho.

Al caminar descalzos por la playa (al igual que en pasto) HACEMOS TIERRA, esto significa que hacemos contacto con la energía eléctrica de la tierra de la cual nos hemos desconectado por el uso constante de zapatos y tanto asfalto. Nos ayuda a liberar estrés, a recobrar el equilibrio mejorando nuestra oxigenación, frecuencia respiratoria y ritmo cardíaco, mejora la circulación sanguínea, nos ayuda a desinflamarnos, entre otros beneficios.

Al recibir el SOL nos servimos de nuestra principal fuente de vitamina D, además fortalece los huesos, mejora nuestro metabolismo y la piel, estimula nuestras defensas. Obviamente hay que tomarlo de la manera adecuada en tiempo y forma.

Y al sumergirnos en el agua de mar nos revitaliza, estimula todo nuestro organismo, mejora problemas de circulación y drenaje linfático, eliminamos toxinas, reafirma la piel, fortalece el sistema inmune, ayuda a remineralizarnos, limpia los ojos por lo que contribuye a la salud ocular, mejora nuestro ánimo, etc. Y por si fuera poco podemos beber el agua de mar (en la dilución correcta) que nos provee de todos los minerales que necesitamos, revitaliza nuestras células, alcaliniza y nos ayuda a liberar toxinas.