Cuando hay maltrato abierto y agresiones físicas, la realidad es muy evidente e inmediatamente las víctimas reciben solidaridad. Y que bueno.

 

Sin embargo cuando el maltrato es psicológico o agresivo-pasivo es muy encubierto, pasa desapercibido y dada la disonancia cognitiva que genera, así como la tendencia del ser humano en general a no querer reconocer las verdades que le causan conflicto, termina por

pasarse por alto, por no ver dicho maltrato. Por ende las víctimas suelen ser incomprendidas, juzgadas injustamente y contar con poco o nulo apoyo.

Por eso es que he decidido enfocarme específicamente en este tipo de casos, porque es donde más se requiere psico-educación. La gente necesita aprender a identificarlo ya que no es fácil, y las víctimas necesitan recibir el tratamiento adecuado, puesto que los mismos psicólogos han sido muchas veces perpetradores del abuso, por ignorancia.

Donde más ocurren estas situaciones es en todas aquellas circunstancias o arquetipos que como sociedad hemos romantizado, tales como la familia y la figura materna. De tal suerte que aunque se trate de una familia tóxica, una madre narcisista o psicópata, por el simple hecho de ser la “madre” o la “abuela” o la “suegra” o “tu familia” se le pasa por alto o se minimiza muchas conductas perniciosas, sobre todo quienes practican ciegamente el cuarto mandamiento.

 

Escuchamos decir “pero es tú padre”, “nadie te va a querer como en tu familia”, “madre solo hay una”, etc. sin embargo NADA justifica cumplir tal “mandamiento” si los progenitores son personalidades tóxicas. Los vínculos familiares no son sagrados ni intocables, ningún lazo familiar acredita ningún tipo de maltrato, ni abierto ni encubierto ni de ninguna índole. En mi consulta lamentablemente me encontré muchas veces con pacientes cuyos peores enemigos habían sido sus propios padres.

 

Por ejemplo, podemos estar ante una madre que dice amar a sus hijos por sobre todas las cosas pero si esos hijos no hacen lo que ella quiere les condiciona el amor, cambia su trato hacia ellos. O podemos estar ante una suegra que frente a su hijo le dice a su nuera que la

quiere como una hija pero a sus espaldas con sus acciones la desprecia, hace comentarios que ponen en duda el que sus nietos realmente sean de su hijo, etc. Otro ejemplo sería esa familia que supuestamente son muy amorosos y unidos pero cuando los hijos crecen los padres siguen intentando controlarlos, tratándolos como si fueran sus niñitos o dándoles la espalda si deciden volar del nido.

 

Las personas que no quieren ver la realidad suelen justificar cada uno de los comportamientos agresivos-pasivos y las hostilidades encubiertas argumentando que no es con mala intención, que esa persona no es así o de seguro tuvo un mal día, que quizá la víctima esté equivocada viendo mal las cosas es muy “sensible”, que no es para tanto, etc. Y así los personajes tóxicos pueden destruir la paz, autoestima y fortaleza psicológica de sus víctimas de manera sutil, paulatina e insidiosa por años, décadas o una vida entera, sin darse cuenta siquiera que son víctimas. Como el ejemplo de la rana hervida.

 

Cuando pasas por alto cualquier agresión, hostilidad o abuso encubierto (o abierto desde luego) estás enviando el mensaje al maltratador de que puede tratarte así y no hay inconveniente, no te vas a defender, que está bien. Desgraciadamente eso se instala como un patrón de relacion habitual y así se genera una relación tóxica. He ahí la importancia que tanto marco y remarco de PONER LÍMITES, de aplicar CONTACTO CERO.

 

Afortunadamente hoy en día el entendimiento de esto ya no está tan encubierto. A lo largo de muchos años de estudio de los expertos se ha encontrado que ninguna de estas aparentemente inocentes actitudes, comentarios y comportamientos son ingenuos. Sin embargo es una verdad que aún necesita mucha labor de psico-educación.

 

Los patrones de conducta de los maltratadores y abusadores encubiertos están ahora muy bien delimitados y es necesario difundirlos para que cada vez más personas sean conscientes de esta problemática, para que puedan actuar en consecuencia, protegerse a sí mismas y para por primera vez en la historia saber identificar a las verdaderas víctimas y brindarles el apoyo, solidaridad y comprensión que por eones han carecido.

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